Esta
pirámide está basada en la pirámide alimenticia. En la base de este diagrama
piramidal están los recursos que necesitan todos los niños y las niñas
diariamente para desarrollar el pensamiento matemático, en general, y la
competencia matemática, en particular. Ahí están las situaciones problemáticas
que surgen en la vida cotidiana; la observación y el análisis de los elementos
matemáticos de nuestro contexto (matematización del entorno); el movimiento
como actividad básica para interiorizar, por ejemplo, conocimientos geométricos
diversos; la posibilidad de vivenciar elementos matemáticos a través del propio
cuerpo; la manipulación con materiales diversos, dado que la acción sobre los
objetos posibilita que los alumnos puedan elaborar esquemas mentales de
conocimiento; o bien el uso de juegos, entendidos como la resolución de
situaciones problemáticas. Después aparecen los que deben “tomarse”
alternativamente varias veces a la semana, como los recursos literarios:
cuentos populares, narraciones, novelas, canciones, adivinanzas, etc., con un
contenido matemático; o los recursos tecnológicos como el ordenador y la
calculadora. Por último, en la cúspide, se encuentran los recursos que deberían
usarse de forma ocasional, concretamente los libros de texto. Sin embargo, el
libro de texto continúa ejerciendo un control considerable en el diseño y el
desarrollo de la enseñanza de las matemáticas o, dicho de otra manera, en el
trabajo diario de muchos docentes de educación primaria. Por lo que, en
realidad, en la práctica diaria de muchos docentes este organigrama piramidal
está invertido: en la base están los libros de texto, que vendrían a ser como
las carnes grasas o los pasteles; mientras que la matematización del entorno,
el uso de materiales manipulativos, juegos, etc., “se consumen muy poco”. (Alsina, A.)
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